El debate sobre las patentes de las vacunas contra el COVID-19
Ante los estragos causados por la pandemia de COVID-19, la Organización Mundial del Comercio (OMC) propuso suspender las patentes de las vacunas contra el virus, con el objetivo de que más países pudieran desarrollar sus vacunas, y así asegurar una mayor cobertura sanitaria a nivel mundial.
Esta propuesta, impulsada por Sudáfrica e India, y defendida por más de cien países miembros de la OMC, ha sido muy criticada, principalmente por las grandes empresas farmacéuticas. Estas consideran que dicha medida solo supone una pérdida económica para ellas, y no, como argumenta la OMC, una ventaja para los países más desfavorecidos. Asimismo, afirman que la suspensión de las patentes podría poner en riesgo la calidad y la efectividad de las nuevas vacunas que pudieran surgir.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sorprendió al mundo al expresar públicamente su apoyo a esta propuesta, causando un fuerte debate en el seno de la UE. Tras una propuesta del Grupo de la Izquierda (GUE/NGL) en el Parlamento Europeo, Volt votó, junto al resto de los representantes del Grupo de los Verdes al que pertenece, a favor de suspender las patentes. Esta postura, sin embargo, fue recibida con reticencia por una mayoría de parlamentarios, quienes abogan por un mayor proteccionismo y argumentan que la UE debe asegurar que la población europea obtenga un acceso rápido a las vacunas.
Es importante recalcar que esta medida no solo es necesaria para que un mayor porcentaje de la población tenga acceso a la vacuna, sino también para evitar que el virus siga mutando en nuevas variantes, incluso en una nueva cepa que sea inmune a las vacunas actuales.
Las patentes no son el único obstáculo a la hora de que otros países desarrollen sus propias vacunas, y no acabarán con la desigualdad en el acceso a las mismas. El proceso de fabricación conlleva, además de unos costes muy elevados, la necesidad de contar con apoyo técnico, logístico y legal. Las grandes farmacéuticas europeas y estadounidenses han necesitado meses y miles de millones de euros no solo para desarrollar la vacuna, sino también para fabricarla. Es por tanto difícil considerar que, con solo liberar las patentes, se dé solución al problema. En este sentido, Volt considera que se deben promover paquetes de ayuda para asegurar el acceso universal a las vacunas. La suspensión de las patentes es un paso en la buena dirección, pero se debe buscar una respuesta más contundente para atajar, de manera solidaria, la pandemia de COVID-19.
Asimismo, es fundamental reforzar el programa COVAX de las Naciones Unidas a través tanto del envío de vacunas como de recursos económicos. Se debe también promover que se levanten todas las restricciones sobre la exportación de vacunas y de los productos necesarios para su producción, las cuales aún están en vigor en países como EEUU. Este punto debe hacerse independientemente de que se liberen las patentes, ya que el mayor problema en relación a esta pandemia no es tanto la producción de vacunas como su distribución. Las actuales empresas farmacéuticas podrían, potencialmente, fabricar suficientes vacunas para inocular a una mayoría de la población mundial. Sin embargo, su compra y distribución a los países más desfavorecidos deberá ser asegurada a través de la cooperación internacional.