No es solo el beso
El éxito de la selección femenina de fútbol de España es un símbolo de la lucha contra la desigualdad y el abuso de poder.
Hemos sido muchas las personas que hemos sabido, desde el primer momento, que no se trataba solo de un beso.
Disfruté del partido en la Plaza da Ferrería, en Pontevedra. Ciudad en la que el gobierno municipal tuvo a bien instalar una pantalla gigante. Tere Abelleira, jugadora de la selección, es pontevedresa. El ambiente era increíble. Difícil describirlo. ¿Cómo describes la ilusión de las niñas que, sentadas en el suelo, alzaban su vista a la pantalla y coreaban los nombres de las jugadoras? ¿Cómo describes las miradas complices entre mujeres completamente desconocidas? ¿Cómo describes el orgullo compartido por el gol de Olga Carmona? ¿Cómo describes la euforia que recorrió a cada una de las presentes cuando Cata Coll detuvo aquel ultimo balón? Y lo que vino despues. Minutos después. Horas después. El día después… Esto fue mejor.
El espíritu feminista que recorre estos días las calles se percibe de la misma forma que hemos sentido el calor bochornoso. Cuando las mujeres cruzamos ahora la mirada sabemos que algo nuevo está pasando. De ciudades grandes y pequeñas. De aldeas y de villas. Del rural y de la urbe. El espíritu que recorre las calles se refleja en el brillo de los ojos de tantas mujeres sencillas: dependientas, jubiladas, pescaderas, profesoras, abogadas, conductoras, funcionarias… Este brillo es nuevo, fuerte e irreductible. Sin embargo, en estos últimos días, aunque mantenemos ese brillo, se desprende algo más. El reflejo de la ira.
Un hombre, apoyado por la Caverna, pretende robarle ese protagonismo a 23 mujeres, porque ellos también saben que no se trata solo de un beso. En aquel momento solo intuían, después constataron, que la victoria de las mujeres de la Selección Femenina de Fútbol se iba a convertir en el símbolo de muchas cosas.
Del hartazgo social contra el abuso del poderoso.
Del cansancio de las mujeres frente a esa especie de paternalismo cínico que nos trata como niñas, no como iguales.
De las palabras inspiradoras de Gloria Steinem.
De la lucha de Teresa Claramunt y muchas otras sindicalistas por los derechos laborales de las mujeres.
De los escritos denuncia de Emilia Pardo Bazán, de Carmen de Burgos y el resto de escritoras feministas.
De la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gouges.
De la victoria del #MeToo, del Solo Sí es Sí, del Compañera yo sí te creo y de la dignidad de Nevenka Fernández.
No se trata solo de un beso. Es el instante en el que la memoria colectiva femenina de la injusticia y la desigualdad se materializó en un campo de fútbol. En consecuencia, el discurso de don Luis, su negativa a dimitir, forma parte de la guerra cultural que se está librando. De aquella batalla que los movimientos reaccionarios vinculados políticamente a los partidos de extrema derecha, y cuasi extrema derecha, han iniciado contra aquellas mujeres que no cumplimos los requisitos que ellos han decidido que debe tener una mujer. La buena mujer. La mujer santa. La mujer sumisa. La mujer callada.
Pues bien, don Luis y La Caverna, aquí nos van a encontrar. No vamos a dar ni un paso atras. Jenni Hermoso no es solo Jenni Hermoso. Es cada una de nosotras cuando nos enfrentamos a un mundo dirigido y construido a imagen y semejanza del Macho. No del hombre, sino del Macho.
Por mis hijas, tus hijas e incluso las hijas de don Luis. Porque si este señor permanece un día más al frente del fútbol español, si su comportamiento no tiene consecuencias, estamos legitimando que, mañana, el entrenador o el jefe de nuestras hijas pueda abrazarlas, sobarlas, manosearlas, auparlas, por que simplemente está celebrando.
Lo siento de corazón por ti, Jenni, porque te ha tocado un papel que nadie querría para sí.
Pero aquí estamos.
Somos muchas (y muchos).
Somos legión.
Gemma Vázquez
Vocal de la Junta Directiva de Volt España