Defender la equidad de la regla: La visión de Volt Europa para una sociedad inclusiva con la menstruación
Hoy es el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, y nos centramos en el escándalo, a menudo ignorado, de la pobreza menstrual.
Para la mayoría de nosotras, la llegada mensual de la Aunt Flo, Erdbeerwoche o Andrés (el que viene cada mes) es un acontecimiento desagradable, incómodo y probablemente doloroso. Pero para una de cada diez europeas que menstrúan, también es un momento de estrés financiero y ansiedad.
Aunque hay pocos datos claros al respecto, se calcula que alrededor del 10% de las europeas no pueden permitirse los productos que necesitan para gestionar su periodo con seguridad y comodidad.
En todo el mundo, 500 millones de personas no tienen acceso adecuado a higiene menstrual por falta de productos sanitarios, saneamiento inadecuado o ausencia de información vital. El resultado puede ser estrés, sufrimiento y exclusión social.
¿Alimentos o protección sanitaria?
En el Norte Global, se ha calculado que el coste medio de la compra de protección menstrual a lo largo de la vida es de aproximadamente 5.500 euros. Con 95 millones de europeos ya en riesgo de pobreza o exclusión social, no es de extrañar que, a la hora de elegir entre comprar alimentos o comprar productos sanitarios, muchos renuncien a estos artículos esenciales. Como consecuencia, a menudo se retiran de la vida social por miedo a los «accidentes» o al ridículo.
Este retraimiento puede ser muy perjudicial y es habitual no solo entre quienes no pueden permitirse una protección adecuada. Entre el 30 y el 50% de las personas que menstrúan faltan al trabajo o a la escuela al menos un día al mes, y las que sufren pobreza menstrual son especialmente vulnerables.
Además, los niños y hombres transexuales, las personas inmigrantes y refugiadas y las mujeres discapacitadas pueden verse especialmente afectados por la pobreza de la época.
¿Gratuito o no gratuito?
Volt Europa cree que la menstruación nunca debe ser una carga económica y apoya el suministro gratuito de productos de higiene menstrual.
Planes como el iniciado en Francia en 2020 obligan a las instituciones públicas (en este caso institutos y universidades) a proporcionar productos para el periodo de forma gratuita, mientras que a partir de 2024, los productos serán gratuitos para cualquier persona menor de 25 años. En Escocia, toda persona que necesite productos menstruales puede obtenerlos gratuitamente en centros comunitarios, clubes juveniles y farmacias. Estos planes son vitales, pero fragmentarios y localizados.
A escala europea, los intentos de reducir el coste de la protección menstrual han obtenido resultados desiguales. Una Resolución del Parlamento Europeo de 2019 sobre igualdad de género y fiscalidad pedía a los Estados miembros que aplicaran una exención del IVA a los productos sanitarios, pero solo Irlanda lo ha hecho (una medida anterior al requisito de la UE de que el IVA de tipo especial se aplique a un tipo no inferior al 5%).
En cualquier caso, la eliminación del impuesto sobre los productos menstruales no es necesariamente una solución milagrosa.
En 2021, tras el Brexit, el Reino Unido logró eliminar el impuesto del 5% sobre los tampones. Pero los informes sugieren que, en lugar de trasladar el ahorro a los consumidores, los minoristas han estado reteniendo la diferencia, lo que resulta en una reducción de solo el 1,5% en el costo. Además, cualquier reducción de los ingresos fiscales del Estado limita su capacidad para prestar servicios clave, de los que las mujeres son las principales beneficiarias.
Pero quizá lo más importante es que la pobreza menstrual no puede reducirse simplemente al coste de una caja de tampones. Hay cuestiones más profundas en juego.
Resolver la pobreza menstrual requiere un enfoque más amplio
Si bien el acceso a productos de higiene adecuados es imprescindible para una gestión eficaz de la menstruación, también es vital que desmitifiquemos la regla y acabemos con los tabúes sociales que rodean a este proceso totalmente natural.
El hecho de que este artículo haya empezado con tres eufemismos comunes sobre la menstruación demuestra que seguimos siendo reacios a hablar abiertamente del tema. La vergüenza menstrual afecta a muchas de nosotras: desde pequeñas cosas (como esconder un tampón en la manga en lugar de pasear con orgullo por una oficina de planta abierta) hasta consecuencias más limitantes.
Más de la mitad de las adolescentes británicas encuestadas por Plan Internacional admitieron haber faltado a clase durante la menstruación, no por el dolor, sino porque estaban preocupadas por las pérdidas o porque tenían algún otro tipo de ansiedad menstrual.
Un plan de estudios completo sobre salud y derechos sexuales y reproductivos (SDSR) en las escuelas, que aborde no solo la biología de la menstruación, sino también las normas de género y otros vínculos socioculturales, podría contribuir en cierta medida a abordar esta vergüenza.
Pero la calidad actual de la enseñanza sobre SDSR en Europa es muy variable. En Italia, por ejemplo, la educación sexual tiende a centrarse casi exclusivamente en la biología, e incluso esta enseñanza mínima no es un requisito nacional obligatorio para las escuelas.
Volt propone el desarrollo de un plan de estudios integral sobre SDSR para toda Europa que sirva de orientación a los Estados miembros, de modo que los jóvenes dispongan de la información que necesitan tanto para menstruar cómodamente ellos mismos como para apoyar a los demás.
¿Una oportunidad ecológica?
Aunque quienes menstrúan siempre deben poder elegir qué productos de higiene utilizan para que su periodo sea lo más cómodo posible, las innovaciones más recientes, como la copa menstrual, el disco o la ropa interior para el periodo, también pueden suponer una oportunidad ecológica.
Las compresas tradicionales pueden contener hasta un 90% de plástico, la mayor parte del cual acaba en los vertederos. Una persona que utilice productos sanitarios de un solo uso se deshará de hasta 180 kilos de residuos a lo largo de su vida.
Las copas menstruales, en cambio, están fabricadas con silicona de calidad médica, cuestan unos 20 euros y pueden reutilizarse hasta 10 años. Volt cree que proporcionar a todas las mujeres que menstrúan un producto de este tipo podría abordar el componente financiero de la pobreza menstrual, así como reducir la enorme cantidad de residuos generados por compresas y tampones.
Pero para acabar de verdad con la pobreza menstrual, también tenemos que trabajar para normalizar la menstruación, de modo que todo el mundo pueda participar en la sociedad sea cual sea el momento del mes en que se encuentre.
Artículo escrito en inglés por Kate Fistric de Volt Alemania