El futuro es de todos
En las recientes declaraciones del presidente Trump en la cumbre convocada por la ONU sobre el cambio climático, afirmaba que el futuro es de los patriotas y no de los globalistas. ¿Qué representa esto para el planeta? ¿Qué representa para las sociedades interconectadas?
El planteamiento de la dualidad «planeta vs nación» como conceptos contrapuestos genera en la mente del ciudadano una imagen de proteccionismo de su propio espacio geopolítico que poco o nada tiene que ver con la realidad en la que vivimos.
Con una economía globalizada y un flujo constante de mercancías y personas entre países, lo lógico es aceptar que las acciones de unas naciones influyen notablemente en el desarrollo de las demás.
Eso debe traducirse en un continúo trabajo de comunicación, conocimiento y adaptación a la realidad política con los países vecinos y, en la medida de lo posible, la creación de políticas comunes que arraiguen en la sociedad y den como fruto un escenario de normalidad migratoria.
No podemos tener una economía global desde una perspectiva nacionalista porque el nacionalismo fomenta la carencia de empatía con el resto de países y una tendencia natural a la autarquía, concepto completamente anacrónico para este siglo.
Pero si nos apartamos de los elementos económicos llegamos al elemento más vital de todos: el ecosistema. ¿Cómo puede el planeta absorber a una ciudadanía preocupada únicamente por su pequeño espacio geopolítico? ¿Entienden las migraciones animales de fronteras? ¿La subida del nivel del mar no es acaso a escala planetaria?
Parece completamente absurdo integrar el discurso nacionalista en el climático, es casi infantil percibir tu ecosistema nacional como una exclusiva porción de naturaleza desconectada del resto, y sin embargo… ocurre.
En el mismo foro, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro alineado con las posturas de Trump ha declarado que el Amazonas: «no es el pulmón de la Tierra ni es patrimonio de la Humanidad» pertenece a los países que lo abarcan. Esto es el producto directo de la mentalidad nacionalista aplicada a algo tan elemental para la vida planetaria como la Amazonia, uno de los puntos de mayor diversidad del planeta.
Sin duda estas declaraciones vienen dadas por el actual movimiento provocado por los jóvenes de todo el mundo, los cuales han decidido implicarse en el que, seguramente, sea el mayor reto al que se ha enfrentado el ser humano como sociedad, el calentamiento global. Sin nombrar personalismos, lo cierto es que el actual movimiento ha implicado a gran parte de la sociedad, algo demostrado en la semana de huelga climática en la que se consiguieron manifestaciones de cientos de miles de personas por todo el planeta en una unión casi sin precedentes. Una respuesta global que quiere ser frenada con el acaparamiento de lo más básico por parte de algunos, la naturaleza.
Ante esta deriva solo cabe la unión y el diálogo. Tal como se hiciera en París con su histórico acuerdo, ratificado ya por 187 países (con la principal excepción de Estados Unidos), la hoja de ruta debe continuar con pasos firmes en la siguiente Conferencia de las Partes de Chile (COP 25). Europa, como líder natural en las negociaciones de 2015, debe mantener su posición, actuando como facilitador y diplomático entre otros países para conseguir compromisos sinceros y reales.
El ejemplo más claro lo tenemos hace pocos años con la firma del protocolo de Montreal de 1987, por el que 196 países y la Unión Europea se comprometieron a proteger la capa de ozono mediante la prohibición de las sustancias químicas responsables de su agotamiento. Gracias al compromiso, este año se espera que este fenómeno dure menos y sea de menor tamaño que nunca.
El calentamiento global es una problemática global, que no entiende de nacionalismos ni de fronteras. La solución solo la encontraremos con una respuesta dada por todos y en la que no dejemos a nadie atrás. Y en esta respuesta tanto Europa como España deben estar presente. Por el presente y el futuro de todos nosotros y nuestro planeta.