¿Miedo a un futuro mejor?
Cuando hace ahora cuatro años ganó en Reino Unido la opción de abandonar la Unión Europea se levantó un revuelo tremendo. Prácticamente nadie se creía lo que acababa de pasar, quizás el que menos su gran impulsor, David Cameron.
En su mente proponer tal referéndum era una victoria segura, la opción de permanecer ganaría (como no podía a ser de otro modo) pero un apoyo al Brexit nada desdeñable, le proporcionaría un elemento de presión para que Bruselas mantuviera a Reino Unido como la excepción a todas las reglas, especialmente las fiscales.
Pero aquel día de junio los sueños de Cameron estallaron en pedazos. En los días siguiente los valores bursátiles de las empresas de la “City” de Londres se desplomaron, y en el continente se empezaron a oír voces que, como cantos de sirena, llamaban a esas empresas a trasladar sus sedes a las grandes ciudades de la Unión Europea. Entre ellas, Madrid, de manos de su presidenta Cristina Cifuentes, lanzó un proyecto para atraer a aquellas empresas. ¿Lo recuerda? ¿No? Tampoco se extrañen, aparte de gastar dinero en una publicidad más orientada a la promoción interna del PP que a atraer realmente a dichas empresas, aquello quedó en nada. Otras ciudades tuvieron más éxito, principalmente las holandesas e irlandesas, por aquello de “dumping” fiscal, pero eso es tema para otro artículo.
Lo que me llamó la atención de aquel intento frustrado de atraer empresas a Madrid fue que se empleaban unos argumentos que hoy se repiten casi punto por punto a raíz de un artículo publicado por eldiario.es. En aquel momento España aún sufría lo peor de la crisis económica y pocas veces se opusieron a aquel proyecto, aunque casi todo el mundo se imaginaba que acabaría como efectivamente acabó.
Hoy la cosa ha cambiado, si bien miramos a la cara a una nueva crisis económica, la crisis social y sanitaria que ha supuesto el COVID-19 nos hace ver las cosas desde otra perspectiva… o no. Leyendo el artículo en cuestión no encontraba demasiados fallos al argumento principal; la idea parece sólida: atraer a empresas basadas en el tele-trabajo a España, bien para que traigan a sus profesionales, bien para que contraten aquí.
Sin embargo los comentarios de los lectores en Twitter y en la propia web del diario digital manifiestan un tono marcadamente negativo: si vienen trabajadores de fuera con buenos sueldos, va a suponer la gentrificación del mercado laboral; si se contrata a trabajadores españoles se harán precarizando sus condiciones laborales; si se traen las empresas aquí, qué les impedirá llevárselas después a otro sitio; etc, etc, etc…
Pero vayamos de nuevo a la idea nuclear que origina todo esto: España es un país seguro, con un sistema sanitario excelente, un clima inmejorable, una cultura abierta y tolerante, ciudades bien conectadas, una gastronomía celebérrima y destinos turísticos de primer orden hasta decir basta. Si a todo eso le sumamos que el coste de la vida es bajo en comparación con Alemania, Francia, Holanda y tantos otros… ¿qué les impide venirse aquí?
Para empezar, y a raíz de la mayoría de los comentarios, los propios españoles. Muchos temen una competencia laboral que, de hecho, ya está ahí. Al hablar de tele-trabajo no importa que no veas a tu “competencia”, puede estar a cinco metro o a cinco mil kilómetros. El bróker londinense que pudiera estar interesado en venir a vivir y tele-trabajar a Marbella, no va quitarle el trabajo a un joven español recién licenciado, sino que va a trasladar un puesto de trabajo que ya existe desde Londres hasta Marbella.
Y de hecho puede que ya lo haya hecho. No tenemos ni idea de cuántas personas ya lo estarán haciendo de forma más o menos velada. Pero si se hace de forma masiva y en base a una legislación que así lo prevea, en lugar de tener algunos tele-trabajadores que viven aquí, pero pagan sus impuesto allí, los tendremos contribuyendo a la Seguridad Social española con unos sueldos que superan con creces a los españoles. Contribuyentes netos se les llama.
¿Que van a generar una gentrificación laboral? Difícilmente.
¿Subirán los precios de las viviendas en las zonas en las que residan? Puede ser, no es descartable. En última instancia eso podría traducirse en nuevas construcciones… es decir, trabajo para empresas y trabajadores españoles. Y ahí está otro beneficio, indirecto esta vez. La llegada de inmigrantes con alto poder adquisitivo y trabajo estable supondría una contribución neta no sólo a las arcas del Tesoro Público, sino a las de los trabajadores y empresas de su entorno. ¿O es que acaso no tendrán la costumbre de comer, al menos, tres veces al día? Y la ropa ¿dónde van a comprarla? Y los hijos que tengan, necesitarán colegios ¿no? Coches nuevos, muebles para sus casas, la cervecita de después de comer… Y aún suponiendo que se fueran a sus países a pasar las vacaciones de Semana Santa y Navidad, ¿no podríamos dar por hecho que muchos irán a visitar otras ciudades de España durante los fines de semana o puentes de tres días? Y eso suponiendo que dichas empresas sólo contraten a extranjeros. Pero también tendrán necesidad de servicios técnicos o de apoyo, que recaerían sobre los locales, una vez más.
Llegado a un cierto punto, es posible que profesionales españoles vayan entrando en esas empresas si ofrecen mejores condiciones que empresas españolas. ¿Qué podrían hacer las empresas nacionales para conservar a sus trabajadores? Sencillo: mejorar sus condiciones laborales. ¿Quién se opondría a ello?
¡Alto! Me dicen por aquí que es difícil que contraten a trabajadores españoles si no hablan idiomas. Bien, en primer lugar las actuales generaciones se manejan mejor en inglés que las anteriores, pero por otra parte, sería un incentivo para mejorar en el dominio de lenguas extranjeras. Un elemento siempre requerido, pero rara vez valorado (el dominio de otros idiomas) sería finalmente recompensado.
Entonces, si todo parecen ser ventajas, ¿a qué esperamos? Bien, en primer lugar habría que atraer a esas empresas, y no con rebajas fiscales, hemos de poner en valor otros elementos con los que no puedan competir, lean un poco más arriba y los verán. En primer lugar sería necesario un sistema laboral equiparable a los europeos, que los trabajadores que vengan sepan que tendrán los mismos derechos laborales (al menos) que en sus países de origen. Pero también sería interesante, para evitar grandes desequilibrios, que estas nuevas empresas no se implantaran exclusivamente en Madrid o Barcelona. Sevilla, Málaga, Palma y Valencia son ciudades grandes con “hubs” de importancia que podrían desempeñar un papel fundamental. Otras ciudades, como San Sebastián o Bilbao, también, si bien no tendrían a su favor el tema del clima. Pero para ello es necesaria una inversión inteligente en el desarrollo de redes informáticas seguras y gran capacidad y velocidad; y hay que ir a buscarlos, no esperar a que vengan, ir a Londres, París, Frankfurt, Estocolmo… donde sea que estén y seducirlos. Al principio vendrán pocos y serán reticentes, a esos pocos habrá que mimarlos mucho. Después vendrán otros, ya de mejor gana, y habrá que seguir demostrándoles que somos serios y sabemos hacer las cosas bien. Finalmente llegará un punto en el que se genere una masa crítica y vengan por sí solos, sin necesidad de ir a por ellos. Pero esto no ocurrirá en un par de meses, ni en un par de años. Se requiere para ello constancia y determinación.
Volt Europa ya ha manifestado su interés en un futuro de estas características, basado en el valor añadido de las nuevas tecnologías, armonizando los mercados laborales por arriba y fomentando la creación de un mercado de trabajadores realmente europeo. ¿Alguien más que quiera dar el paso?
Por José Mejías